Infinidad de veces vimos las imágenes de Epecuén post inundación. Postal clásica de la desolación y la muerte de un pueblo tras el avance y la fuerza imparable de la naturaleza. Que a priori un dramaturgo decida involucrarse con el tema y centrar una pieza en esa destrucción, merece ser atendido. Juan Mako es Licenciado en Dirección Escénica por la Universidad Nacional de las Artes y en su formación estuvo en contacto con Pompeyo Audivert, Ricardo Bartís, Analía Couceyro, Pablo de Nito, Violeta Naón, Daniel Casablanca y Emilio García Wehbi, entre otros referentes de la actuación, clown, dirección y puesta en escena. “La obra empezó a escribirse en el año 2013 en la materia ‘Dramaturgia’ coordinada por Andrea Garrote en la UNA. A partir de un ejercicio de escritura donde teníamos que empezar a escribir sobre un universo que nos llamara la atención, inmediatamente y de forma casi arbitraria, la imagen de dos mujeres trabajando en el crematorio de un cementerio público se me vino a la cabeza y posteriormente la de Epecuén para contextualizarlas”, explica Juan sobre los orígenes de su obra ‘Las encadenadas’. “Terminada la cursada, la obra quedó abierta, sin final. La archivé durante tres años en los cuales estuve con otra obra, la que fuera mi ópera prima como autor y director que se llamó ‘RAT’, que también salió de la UNA y que ganó la Bienal de Arte Joven de Buenos Aires 2015, viajó a un Festival en Portugal y realizó dos temporadas en CABA. Pasada esta obra, que tantas gratificaciones me trajo, era el momento de retomar esta otra, pero para eso me sentía en la necesidad de viajar a Epecuén y Carhué a tomar testimonios y acopios, fotografías y demás para adentrarme mayormente en el universo, ver y sentir en carne propia de lo que estaba queriendo hablar. Eso hice en julio del año pasado y con todo ese material resonante terminé de darle forma a la dramaturgia, con la supervisión en aquel momento de Gabriel Fernández Chapo, para después empezar en febrero de este año con el proceso de ensayos hasta su estreno”.

El pueblo turístico de Villa Epecuén, cuyo fuerte eran las aguas termales, fue fundado en 1921. Unos 25.000 viajeros la visitaban cada verano por las propiedades de sus aguas. El Epecuén, que dio nombre al poblado, es uno de los 6 lagos que componen el sistema de lagunas encadenadas del oeste de la provincia de Buenos Aires y durante su época dorada se transformó en el balneario más exclusivo del país. La aristocracia bonaerense curaba allí sus enfermedades reumáticas y de la piel. Incluso, sus aguas altamente mineralizadas eran famosas por su similitud con las propiedades del Mar Muerto. Sin embargo, ese lugar al que pocos podían acceder, estaba por tener su hora más oscura: en el año 1985 la inundación -imparable, incontrolable- provocada por una crecida del lago sumergió a la ciudad por completo bajo el agua, obligando a su evacuación total. “Mi abuelo paterno era del pueblo vecino, Carhué, que está a 8 km. Siempre escuchaba charlas sobre estos dos pueblos cuando era chico y cuando empecé a estudiar actuación se ve que esas charlas me empezaron a resonar un poco más y las pude empezar a objetivar de otra forma”, rememora Juan. “Desde lo estético por lo que el universo propone: el lago, las aguas mineralizadas, los árboles petrificados y todo el paisaje desolador casi como una película de posguerra. Desde lo ideológico/político/social al estar la historia de este pueblo y su desaparición muy marcada y atravesada por negligencias y fraudes políticos”.

‘Las encadenadas’ se presentará el sábado 19 de octubre a las 21:30hs en el Auditorium de Mar del Plata y el viernes 15 de noviembre a las 19 horas (con entrada libre y gratuita) en la sede Piñeyro de la Universidad de Avellaneda. El elenco está integrado por Mónica Driollet, Cecile Caillón y Diego Torben. “Epecuén fue un destino turístico muy importante para la época, pero a su vez era el lugar de residencia de muchos habitantes que perdieron todo y que muchos de ellos murieron, no por la inundación ya que la misma fue muy paulatina, sino producto de depresiones posteriores a raíz de lo acontecido. Esa muerte, tanto la del pueblo como de estas personas, genera indefectiblemente la necesidad de hacer memoria. Y la memoria en nuestro país forma parte de nuestra identidad y de nuestra lucha”, dice el director. La obra nos sitúa en una tarde noche de verano en el cementerio municipal de Carhué. Ante el pronóstico de una tormenta incipiente y cansadas de la rutina, las dos empleadas encargadas del crematorio intentan terminar lo antes posible su jornada laboral. El llamado a último momento de su jefe generará en ambas mujeres que aquellas heridas, ruinas y cenizas del pasado vinculadas con Epecuén se remuevan y vuelvan a salir a luz.

“La obra en este caso toma la excusa de Epecuén, como dije tanto desde lo que cuenta como desde donde se cuenta, pero a su vez se propone funcionar como un espejo entre aquel pasado y este presente para que nunca más un hecho así vuelva a suceder. Y ahí la asociación, el rebote o el impacto que cada uno le quiera establecer con el hoy”, asegura Juan. “La situación actual implica que hacer teatro hoy sea casi una proeza, pero a su vez una necesidad que aflora por todos lados. En épocas de crisis el arte es cuando más tiene algo que decir y ahí, en mi opinión, radica la génesis de nuestro teatro en Argentina, la cual tiene un lado positivo y otro no tanto”.
Por Damián Serviddio
