Con el estreno de la tercera y última temporada, nos propusimos repasar el principio de esta serie para quienes todavía (!) no la hayan visto. Los diez capítulos de la season one de esta propuesta alemana de Netflix son de los mejores que la producción televisiva dio en 2017. No sólo por su historia, compleja pero que funciona con mecanismo de relojería, sino por su fotografía, su diseño de producción y su inquietante banda sonora. Mucho se la comparó en su momento con Stranger Things, pero Dark es muy superior en varios sentidos. Es cierto que con el estreno de cualquier historia que ahora combine un pueblo remoto, la desaparición de un niño y altas dosis de ciencia ficción las reseñas van a remitir de inmediato a la creación de los hermanos Duffer, pero la serie ideada por Baran bo Odar y Jantje Friese le saca varios cuerpos de ventaja.

En el poblado de Winden (¡cómo llueve por allí y que poco paraguas usan los personajes!) dos niños desaparecen sin dejar rastros, y algunos pobladores recuerdan que algo similar ocurrió hace 33 años. Incluso los más memoriosos saben que 66 años atrás también fueron encontrados los cuerpos de dos niños en la obra de la planta de energía nuclear. A partir de un suicidio y de una carta que no debe ser abierta hasta una fecha en particular, vamos conociendo a los principales jugadores de esta trama que nos conduce a 1986 y 1953, para traernos constantemente al 2019 en el que habitan los personajes. La mayoría de los pobladores tienen dos o hasta tres caracterizaciones de si mismos, dependiendo del año en el que nos involucremos con los sucesos de Winden. Sin embargo, la aparición de un desconocido encapuchado (¡esa escena del último episodio donde revela su identidad!) nos da la clave para resolver parte del misterio: la pregunta no es dónde están los niños desaparecidos, sino cuándo. Im-pe-ca-ble.