La segunda tanda de episodios de la comedia protagonizada por Drew Barrymore y Timothy Olyphant comienza exactamente en donde habíamos quedado al final de la temporada anterior, con Sheila encadenada en el sótano tratando de contener sus ganas de devorar carne humana. La serie comienza floja, de manera tímida, hasta llegar a los dos episodios finales en donde encontramos todo lo que nos había gustado de la historia en su debut: humor ridículo, situaciones descabelladas y el elenco divirtiéndose con la parodia imposible que llevan adelante.
La vuelta de tuerca para contar de nuevo con Nathan Fillion, a pesar de la muerte de su personaje, es una locura absoluta que saca algunas de las pocas carcajadas en una temporada despareja, pero con un gran cierre que invita a tener, por lo menos, un tercer año de Santa Clarita Diet en la pantalla de Netflix.