El director Gus Van Sant trabaja sobre material original y la biografía del ilustrador John Callahan, fallecido en 2010, para realizar esta biopic. El humorista, paralítico y alcohólico, también participó en la elaboración del guión que sirvió a modo de catarsis. Sus desbordes ocasionados por la bebida, el accidente que lo dejó en silla de ruedas tras un doloroso proceso de rehabilitación, la búsqueda de su origen, los conflictos con su madre biológica… Nunca mejor retratado que en lo profundo del pozo, cuando creemos que no podemos ir más abajo, siempre está la chance de seguir cavando.
“Dibujo para ganarme la vida, pero la gente se enoja por la temática”, dice en un momento Joaquin Phoenix en la piel de John a un grupo de chicos que lo ayudan en la calle. Esas ilustraciones, catárticas, son las que le permitieron ir saliendo de sus problemas paso a paso. Cumpliendo los 12 que indican en sus reuniones de Alcohólicos Anónimos. Son esos dibujos, que ponen de manifiesto la discapacidad en todas sus formas, el modo en que nos hace enfrentarnos a las propias. Interpela, molesta, genera resquemor. Es vernos frente a lo que somos o aquello de lo que carecemos. Esa energía creativa surge a partir de una especie de epifanía que tiene en el living de su casa, momento en el cual también decide que dejará de tomar y que comenzará con el tratamiento. No será un camino fácil, tendrá baches y tropiezos, pero John logra encauzarse a partir de ir perdonando a quienes lo hirieron. En especial, perdonándose a él mismo. “No te preocupes, no irá lejos”, título que hace referencia a una de sus ilustraciones más famosas, no es nada condescendiente con su figura central y alma mater del proyecto. Encuentra en Phoenix y en Jonah Hill (su sponsor en la sobriedad) dos grandes actuaciones para este viaje intenso y emotivo de dos horas que propone el realizador de “En busca del destino”.
Por Damián Serviddio