Barranco: la bohemia limeña

No recordábamos lo escaso que es el tamaño para las piernas en los vuelos cortos. O por lo menos uno intenta no hacerlo cuando debe resignarse a no poder pagar un boleto en primera. Con tremendas ojeras y un cansancio de bostezo constante: así comenzó este viaje que nos llevaría nuevamente a Perú, muchos años después de nuestra última visita. Pequeña escala en el Aeropuerto Merino Benítez de Santiago de Chile mediante, Lima nos dio la bienvenida apenas pasadas las cuatro de la tarde, con un sol brillante que se mantendría casi toda la semana. Una curiosidad para esta ciudad conocida por su cielo nublado y su alto porcentaje de humedad. El taxi desde la terminal aérea hasta el centro tiene un costo promedio de 45 soles.

Nos instalamos en un barrio que hace décadas está en litigio: tiene algunas de las casonas más hermosas y dos distritos se lo disputan. Magdalena del Mar y San Isidro aseguran que esas cuadras les pertenecen. Lo bueno para los vecinos es que reciben los servicios públicos de ambos municipios.

A la mañana siguiente partimos hacia Barranco, uno de los barrios más bohemios. Cuna de artistas y músicos, fue uno de los primeros lugares de Lima en donde las familias más adineradas solían tener sus casas de playa. En la actualidad desborda de bares, lugares para tomar una cerveza bien fría y curiosear artesanías. Para empezar con energía el recorrido por Barranco, pasamos por El Chinito para un tradicional chicharrón con café. Acá rige, como en tantos otros sitios del Perú, la ley de protección de fachadas para no invadir las construcciones clásicas ni alterar las edificaciones tradicionales. Cuando las mismas son alquiladas a locales comerciales no deben utilizar su cartelería habitual y así es que podemos ver los logos de Starbucks o McDonald’s en sus versiones negras y sin luces.

También se puede visitar el Museo de la Electricidad, con sala de las comunicaciones y la música incluída. No pudimos resistirnos al encanto de la rockola: por un sol escuchamos a Los Beatles. De ahí al Puente de los Suspiros es una breve caminata. Lo mismo sucede con el mirador Catalina Recavarren, construido a finales de los ochenta, al que se ingresa por la parte posterior de la Ermita de Barranco. Es una de las mejores vistas para apreciar la Bajada de los Baños y fue inaugurado cuatro años antes de la muerte de la escritora, poeta y comunicadora.

Texto: Damián Serviddio
Fotos: @viajerosapie
Encontrá todos los videos del recorrido por Barranco desde acá

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