Gretel & Hansel

Esta vuelta de tuerca del clásico infantil convierte de la historia de los hermanitos perdidos en el bosque en una fábula oscura. Muy oscura. Bienvenido el riesgo y el resultado. El director y actor Oz Perkins (el mismo del original de Netflix “I am the pretty thing that lives in the house”) toma el guión de Rob Hayes y lo llena de imágenes escalofriantes y repulsivas.
Una niña a punto de morir es salvada por fuerzas malévolas a pedido de su padre. Desarrollando clarividencia, crece y sus poderes se vuelven temerarios y descontrolados. El poblado decide que sea devuelta a la oscuridad que la salvó. Pero alejarla no será la solución ya que ella se nutrirá de los pequeños niños quienes se verán atraídos por su llamado.

Este cuento de hadas siniestro empodera a Gretel y la transforma casi en la protagonista absoluta. Ella cree conocer la historia de esa niña letal desde siempre, siente una poderosa e inexplicable conexión que la une a quien, se supone, sólo existe en el folclore de este rincón alejado de mundo. Cuando deba escapar con su pequeño hermano Hansel, una cabaña en medio de los árboles será el refugio ideal para liberar todo su potencial gracias a la lecciones de la anciana Holda. Esta reinterpretación del relato es estéticamente gótico y malévolo, el protagónico que Sophia Lillis necesitaba tras su destacado trabajo en la sega It y en la serie de HBO Sharp Objects.

A pesar de conocer la historia, la visión de Perkins logra mantener la atención, la primera mitad se ve con un nudo en el estómago por la tensión creciente. A la segunda mitad le cuesta encontrar su rumbo y sostener la acción, con las consabidas dificultades de adaptar un cuento a un filme de noventa minutos. La construcción de la ‘bruja’ me recordó a la protagonista de la performance ‘Temblad, temblad’ de la artista Jesse Jones que se presenta en diversos lugares del mundo y que hasta el primero de marzo estará en el Museo Guggenheim Bilbao. 

Por Damián Serviddio

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