18 años después de la película original (y dieciséis de su remake hollywoodense) llega esta secuela/reboot de un clásico del cine de terror japonés: Ju-On. Todo comienza en Tokio en el año 2004 cuando Fiona decide regresar a Estados Unidos y se lleva con ella el fantasma de Kayako. Dos años más tarde, una nueva detective llega hasta el pueblo de Cross River. El primer caso que le asignan a Muldoon parece tener conexiones con uno inexplicable de tiempo atrás. Su compañero, Goodman, no cree en las casualidad. Para Muldoon el vínculo entre ambas series de muertes es demasiado claro, aunque no comprende qué ocurrió con las personas involucradas, qué los llevó a la locura.
El director y guionista Nicolas Pesce decidió mostrar los dos casos en paralelo para descubrir qué sucedió en ambos momentos. Si bien el elenco es correcto en sus roles, al igual que el aspecto técnico, la película carece de sorpresa. El recurso de las manos saliendo de las cabezas ya está agotado, lo mismo que el insoportable sonido gutural del espectro. Este nuevo intento de reflotar la franquicia sorprende por su falta de identidad y no aporta nada a las cintas anteriores.
Por Damián Serviddio