Tony Lip trabaja como seguridad en un club nocturno de Nueva York. Casi toda su adultez se la pasó evitando problemas en lugares exclusivos de la gran manzana. Así se gana la vida y mantiene el hogar que conforma con su mujer Dolores y sus dos pequeños hijos. Italianos viviendo en el Bronx, la cercanía con los parientes es algo que atesoran. A pesar de sentirse menospreciados por la gente de dinero, él mismo tiene muchos prejuicios, en especial hacia la comunidad negra. Cuando el local debe cerrar por dos meses, Tony es llamado para ser el chofer de un ‘doctor’. Pero no es exactamente el trabajo que se imaginaba. Llega hasta el Carnegie Hall y conoce al Dr. Don Shirley, un pianista afroamericano que iniciará con su trío un tour por el sur de Estados Unidos. La indecisión inicial y la aprehensión a ser el empleado de un hombre negro, termina perdiendo la pulseada frente a la oferta económica.

En ese viaje que comienza con las tensiones propias de la desconfianza y los prejuicios, Tony irá empatizando con Don y se transformará en su asistente, confidente, salvador y amigo. Una road movie que el director Peter Farrelly (en este caso sin su hermano Bobby codirigiendo) volcó hacia la comedia de manera brillante, sin apelar a convencionalismos y golpes bajos a la hora de hacer pequeños virajes dramáticos. La composición de Viggo Mortensen es brillante, de principio a fin estamos viendo a un típico italoamericano que le cuesta lidiar con lo diferente, pero que demuestra que su corazón es amplio, generoso y bondadoso. Lo de Mahershala Ali es perfecto desde la sutileza y la economía de expresiones para dotar a su Shirley de temple, sufrimiento y grandeza a pesar de ser un hombre apesadumbrado y golpeado por la falta de afectos reales en su entorno. Una amistad que, en la vida real, se extendió desde comienzos de los sesenta hasta 2013, cuando ambos murieron con apenas algunos meses de diferencia.

Por Damián Serviddio