Basada en el bestseller Wonder, la película del director Stephen Chbosky (Las ventajas de ser invisible) logra conmover en varios pasajes con recursos genuinos y sin apuntar a los golpes bajos. De entrada, y en primera persona, conocemos la vida de Auggie Pullman y la veintena de operaciones que tuvo que atravesar para poder ver, respirar y escuchar si asistencia mecánica. Dividido en capítulos como si del libro se tratara, de a poco vamos conociendo lo que le ocurre a cada una de las personas que rodean a este niño entorno a temas como la postergación personal, el bullying, la amistad y el amor en todas sus formas. Educado en casa por su madre (Julia Roberts), con el apoyo del buen humor de su padre (Owen Wilson) y la presencia continua de su hermana mayor, a veces muy relegada a la vista de sus progenitores, Auggie (Jacob Tremblay) comienza la escuela y por primera vez se enfrenta al mundo real para demostrar que no todos debemos ser personas comunes y corrientes, porque simplemente hay algunos que nacieron para ser extraordinarios y mostrarle al mundo que la superación personal no debería conocer de fronteras. Y menos aún que el concepto de lo que definimos como ‘belleza’ debería determinar lo que somos como personas.
