Dirigida por Jon Favreau, celebrado por su live-action de ‘El libro de la selva’, llega esta nueva versión de un clásico de Disney, 25 años después del estreno original. Apelando a toda la nostalgia posible (y al bolsillo de aquellos niños ahora adultos y muchos de ellos, padres) la película resulta casi calcada a la original, un modo de satisfacer el recuerdo que teníamos y a su vez captar la atención de una nueva generación. La historia no tiene variantes: Simba, heredero al reino, huye sintiéndose culpable cuando su padre muere en una estampida y es su tío, el déspota y resentido Scar, quien se transforma en rey convirtiendo en un páramo las tierras antes regidas por Mufasa. Pasaría mucho tiempo hasta que Nala, en busca de ayuda, da con su amigo y juntos deciden reclamar el lugar que le corresponde a Simba por herencia.

Los sitios especializados, desde que la película comenzó a ser proyectada, no fueron de lo más amables. Incluso en IMDB no llega a los 6 puntos, en Metacritic no alcanza los 60 y en RottenTomatoes araña el 60%. Esto seguramente se modifique a medida que comiencen a llegar las reseñas del público, casi siempre más benevolentes que las del periodismo especializado. No cabe duda que la factura técnica es impecable, que las canciones son pegadizas, que los nuevos temas de Beyoncé y Elton John (con producción de Pharrell Williams) se suman a la perfección al tracklist ya conocido. Pero hay algo que viene sucediendo en estos comebacks de Disney que se percibe artificial y desangelado. La película logra emocionar en dos o tres ocasiones (imposible no emocionarse con la secuencia de apertura y cierre, o con la muerte de Mufasa), sin embargo sorprende menos de lo que se esperaba. El problema de poner altas expectativas antes de un estreno. Casi nunca logramos esa satisfacción deseada. Más allá de esto, “El Rey León” en su versión 2019 es uno de los grandes tanques de este año que merece ser disfrutado en idioma original con las voces de la propia Beyoncé, Chiwetel Ejiofor, James Earl Jones, Seth Rogen, Billy Eichner y Keegan-Michael Key, entre otros.

Por Damián Serviddio