Cada vez falta menos para que llegue la segunda temporada de esta antología, y por eso decidimos repasar su primer año. La serie éxito que hizo Netflix del libro de Shirley Jackson, que muchos recordarán por la versión en cines de 1999 con Catherine Zeta-Jones, Owen Wilson y Liam Neeson. Escrita y dirigida por Mike Flanagan esta interpretación libre del texto original se jugó al momento de darle una vuelta de tuerca a los roles presentándonos a cinco hermanos que sobrevivieron a su infancia en la casa del título. Los conocemos en el 2018, conflictuados, traumados por diferentes razones, con inconvenientes para establecer vínculos duraderos, con inseguridades. No terminamos de entender qué les sucede hasta que con los flashbacks que nos transportan 26 años al pasado vemos sus versiones infantiles llegando a Hill House. Es 1992, sus padres compraban, restauraban y vendían casas. La mansión alejada de toda civilización guarda muchos secretos que vamos descubriendo a lo largo de los 10 episodios.
Ya la primera noche en el nuevo hogar depara sustos: puertas que se abren, ruidos inexplicables, modificaciones sutiles. Pero no tardan en comenzar a percibir cosas que no pueden ser explicadas desde el mundo de lo material: apariciones, sensaciones, fantasmas que residen allí. Yendo y viniendo del pasado vamos conociendo la historia personal de cada uno de estos hermanos y de la familia en su conjunto. El trauma de lo no dicho se presenta en la adultez de diferentes maneras. El tapar algo, el ocultarlo, en este caso corporizado en el padre, se fue solidificando en los hijos de distintas maneras. En uno con adicciones y las sustancias interpelándolo; otra enojada con la vida; otro contando ese secreto al mundo; otra cuidando a los demás… La necedad del padre de creer que él sabe qué deben saber sus hijos y qué no, es lo que los lleva a juzgar a su madre sin tener toda la información real de lo ocurrido en la casa.
El mayor, Steven, plasmó y lucró con la historia familiar publicando un libro, un quiebre dentro de la relación con sus hermanos. Ninguno de los demás comprende cómo es posible que el suicidio de su madre y los horrores que sufrieron de pequeños pudieran ser explotados comercialmente de ese modo. El padre les ocultó la verdad de lo que ocurrió esa última noche en Hill House y esa decisión es la que terminó por configurar sus personalidades a futuro. El elenco está encabezado por Michiel Huisman, Carla Gugino, Henry Thomas, Elizabeth Reaser, Oliver Jackson-Cohen, Kate Siegel y Victoria Pedretti, cada uno fantástico en su rol. La casa en sí misma es un personaje, más allá de los secretos que esconde. La habitación de la puerta roja tiene que ver con la personalidad de la casa y con cómo se los va devorando a ellos como humanos y familia.

Gran propuesta de terror psicológico en donde el temor no es la muerte en sí misma sino todos los traumas que nos pueden llevar hasta allí y lo que sucede con las personas una vez que dejamos el plano terrenal. ‘La maldición de Hill House’ juega con los miedos, con nuestros lugares menos explorados. Las teorías tras su estreno empezaron a circular a través de las redes y la más popularizada da cuenta de que los cinco hermanos son las etapas del duelo: negación, ira, negociación, depresión y aceptación. Desde videos con los fantasmas ocultos y las explicaciones de cada uno de los espectros que no vimos, la mitología construida por los fanáticos en torno a la serie es un espectáculo aparte.
Mike Flanagan es un realizador que en lo particular me gusta mucho y desde lo cinematográfico esta serie es impecable. Sabe construir climas, tensiones, ambientes cargados de peligro latente. Cuando llegamos al último episodio sabemos que tuvimos todas las respuestas a mano, aunque no eran sencillas de conseguir. Y cuando creemos que la serie no se puede poner mejor que el capítulo 5, viene el 6 para volarnos la cabeza y regalarnos cuatro planos secuencia que son lo más logrado en materia de series en el último tiempo.
Por Damián Serviddio