La sexta entrega de la saga del detective retirado Dave Gurney nos ofrece la historia más extensa hasta el momento. John Verdon se toma 500 páginas para involucrarnos en el conflicto racial despertado un año atrás en el poblado de White River al norte de Nueva York. Tras el asesinato de un joven negro en extrañas circunstancias, durante las manifestaciones por el primer aniversario del homicidio un policía es asesinado. A priori, todo indica que es una vendetta. Solo Gurney, cuando es contactado por el fiscal del distrito para que repase la escena del crimen, detecta ciertas incongruencias en el relato oficial. Ir destapando una red de corrupción gubernamental se irá cobrando otras vidas en el camino: los miembros de una organización en la lucha por los derechos de los afroamericanos, otro policía… los crímenes apuntan hacia el hijo descarriado del sheriff. Siempre sabemos que cuando las pistas son tan fáciles de descubrir y el asesino se revela de modo sencillo, Gurney olerá pescado podrido. Y no se equivoca.

Cada vez que Verdon publica un nuevo libro (para éste se tomó un poco más de tiempo del habitual entre volúmenes), sabemos que estamos frente a un potencial best seller. Desde ‘Sé lo que estás pensando’, uno de los mejores thrillers que leí, pegó un hit detrás de otro. Este caso es el que menos acción tiene, todo se concentra en los alrededores del pueblo y en el descubrimiento de las pistas detrás de cada nuevo cadáver, que llegarán a ser diez para el final de la novela. Los virajes en la investigación y las claves diseminadas desde el principio se cumplen a la perfección para involucrarnos con los personajes, pero extrañamos un poco el Gurney de ‘Controlaré tus sueños’. A pesar de ello, y como con cada trabajo de Verdon, la lectura es voraz y compulsiva hasta llegar a un desenlace explosivo.

Por Damián Serviddio