Lituania, 1673. Hanna no es una mujer sumisa ni vive a la sombra de su marido, aunque mantiene las apariencias para no generar habladurías en el poblado. Se educa a escondidas y memoriza todas las lecciones de la Cabala. La plaga está haciendo estragos por Europa, la enfermedad se expande a una velocidad asombrosa pero su aislamiento los mantiene protegidos. Todo cambia cuando un grupo de gitanos amenaza esa seguridad trayendo una joven moribunda. Si la curandera no logra salvarla, diezmarán el pueblo. Enfrentando al rabino, Hanna propone crear un golem, una criatura mitológica nacida de la tierra, para defenderse de las amenazas externas. La pregunta es si alguien podrá controlar a ese ser una vez que le den vida.
Cuando el año pasado esta película comenzó su recorrido por diversos festivales, la prensa internacional se refería a ella con un nuevo género: el terror judío. Dirigida a cuatro manos por Doron Paz y Yoav Paz en base al guión de Ariel Cohen, “Golem: la leyenda” sugiere más de lo que muestra y ahí su punto fuerte. Una película con clima opresivo, saliendo de los convencionalismos del terror tradicional y poniendo a la religión judía como telón de fondo. La propuesta inquieta sin necesidad de sangre (aunque la hay en momentos precisos), ruidos estridentes o flashes continuos de la típica edición espasmódica del horror prefabricado de Hollywood. Proveniente de Israel, pero hablada en inglés para alcanzar el mayor público posible, la película de los Paz se sale de lo convencional para ganarnos con su parsimonia y su ansiedad contenida.
Por Damián Serviddio