Huérfanos de Brooklyn

Lionel Essrog es un detective privado que se ve envuelto en el turbio mundo de la política de Nueva York cuando comienza a investigar la muerte de su mentor y socio, Frank Minna. Padeciendo del síndrome de Tourette, esa cantidad de tics motores y fónicos no lo ayudan a pasar del todo desapercibido por los vecinos de Harlem y Queens por donde decide comenzar a indagar en los motivos que llevaron al asesinato de quien él consideraba como un padre. Un club nocturno y las reuniones de zonificación de nuevos emprendimientos le darán la punta por donde desarmar la madeja de intrigas.

Edward Norton en su triple rol de protagonista, director y guionista (basándose en la novela de Jonathan Lethem) ideó un proyecto para su lucimiento personal, olvidándose del público en esos excesivos 140 minutos en los que permanece en pantalla de manera casi constante. El resto del elenco (Gugu Mbatha-Raw, Alec Baldwin, Willem Dafoe, Bruce Willis, Cherry Jones, Bobby Cannavale) poco puede hacer frente a un Norton por momentos exagerado y que todo el tiempo demanda atención. La fotografía de Dick Pope es hermosa, lo mismo que la excelente banda de sonido compuesta por Daniel Pemberton, ambas en sintonía con las clásicas narraciones de detectives privados de los años 20 y 30. El prólogo carece de fuerza y cuesta comprar el cuento que nos vende Norton. Sin embargo, conforme avanza la investigación, la historia empodera a Lionel y hace que el mundo sea un poco más benevolente, quitando su “problema” del centro de la escena.

Por Damián Serviddio

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