«Nosotros no evitamos las peleas, las iniciamos», aseguran los fornidos vikingos que habitan la isla de Berk y que se enfrentan, casi a diario, a los dragones que roban su ganado, saquean sus huertas y reducen a cenizas sus hogares. Pareciera que para la generación actual de adolescentes isleños, y para sus padres, los dragones fueron siempre el problema, y fiel a la idiosincracia nórdica, le ponen el pecho a las llamaradas.
El fenómeno live action que es la obsesión de Disney desde hace al menos una década, fue contagiado ahora al estudio DreamWorks y al cineasta Dean Deblois, el creativo detrás de la trilogía animada de Cómo entrenar a tu dragón. Cuánto tardaremos en ver a un Shrek o un Gato con Botas en versión «real» no lo sabemos, pero esa incógnita no parece tan descabellada en la crisis de originalidad que azota a Hollywood desde hace varios años. A pesar de esto, el resultado de esta nueva transposición del libro de Cressida Cowell es hermoso y con un Chimuelo adorable desde el segundo en el que hace su aparición. La química con el Hipo «humano» que personifica Mason Thames es innegable, y ese estrecho vinculo de amistad que van construyendo es lo que permite que el despistado hijo del jefe de la tribu descubra sus cualidades como domador de dragones. Su performance es tan buena en los entrenamientos que nadie entiende de dónde salió es Hipo valiente, desenvuelto y capaz de convertirse en el cazador de bestias que su pueblo necesitaba.
El elenco, encabezado por Gerard Butler y Nick Frost, es correcto en sus interpretaciones, sin imitar sus versiones animadas. Todos parecen haberse divertido poniéndose en la piel de estas caricaturas que les tocaron en suerte, desenfadados vikingos sedientos de sangre de dragón. Una propuesta que no decepcionará a los fanáticos de la saga original, niños ya crecidos que querrán ver que hicieron con sus héroes… y que a su vez sumará nuevo público infantil que, sin dudas, tendrán ganas de mucho más Hipo y Chimuelo juntos en la gran pantalla.
