A priori uno podría pensar que una biopic deportiva basada en una de las sensaciones de la lucha libre norteamericana no podría funcionar en un mercado como el argentino. Nos habríamos perdido la chance de ver una muy buena película que con genuinos recursos, combinando la comedia, con el drama dosificado y el plus de la historia real de fondo, entretiene durante casi dos horas. La familia de Paige, oriunda de un lejano barrio inglés, siempre se dedicó a este deporte, el cual los ayudó a salir de la calle y dejar de lado las adicciones y el crimen. Cuando tuvieron hijos la suerte estaba echada: tarde o temprano se enamorarían de esas peleas coreografiadas que despiertan pasiones en otras latitudes.
Cuando la WWE, la cúspide máxima para cualquier fanático de esta disciplina, busca candidatos en Londres, Paige y su hermano Zak se presentan al casting. Ambos tienen el mismo sueño, pero no corren con el mismo destino. Ella parte hacia Los Ángeles para comenzar con el entrenamiento, él se queda masticando bronca y resignación por un objetivo que ahora ya parece imposible de alcanzar. La participación de Dwayne Johnson (a su vez productor de la película) volviendo a ser The Rock por unas pocas escenas juega con la historia dentro de la historia, y ese link directo a sus comienzos en la industria del entretenimiento muestran como su carisma lo llevó a ser la figura más taquilla en la industria del cine actual. ‘Luchando con mi familia’ no aburre ni por un minuto, en especial por la actuación de Florence Pugh, potenciada en cada escena compartida con Vince Vaughn.
Por Damián Serviddio