Con el sello de Amblin, la productora de Steven Spielberg, “La casa con un reloj en sus paredes” es una película familiar clásica donde no faltan las aventuras y los misterios para enganchar a todas las audiencias y en donde los niños son los protagonistas. En este caso, el muy carismático Owen Vaccaro en la piel de Lewis, quien acaba de quedar huérfano y es trasladado a la casa de su tío Jonathan, un hechicero interpretado por Jack Black, que le enseñará trucos básicos junto a su vecina, la también bruja Florence (Cate Blanchett perfecta como siempre).

Como toda historia de este tipo, debe mezclar suspenso, humor e impecables efectos visuales a medida que Lewis descubre que la casa mágica en realidad esconde un oscuro secreto: un reloj que no para su cuenta regresiva y que está escondido entre las paredes de la mansión. ¿Dónde se encuentra y qué es lo que está marcando si no son las horas del día? A partir de allí una carrera contra la maldad de los hechiceros oscuros que vivieron previamente en ese lugar y que tienen un plan para que Lewis colabore con ellos.

Ambientada en los cincuenta, y con dos grandes actores como Black y Blanchett que se potencian mutuamente y acompañan con calidad y calidez al verdadero protagonista de la historia, el pequeño Vaccaro, esta propuesta comienza muy bien y con el correr de la historia va perdiendo sorpresa y ritmo, incluso originalidad, hasta entregarnos un final a la altura de las circunstancias, pero 15 o 20 minutos más tarde de lo que la audiencia infantil hubiera preferido.

Por Damián Serviddio